Un vaso de leche.



Por un momento pensé que podría dormir, que podría descansar.
Creí que la lluvia lo alejaría, al menos por una noche. Pero no.
Mi cama se siente increíblemente cómoda, cálida. Mi cuerpo yace inmóvil, pesado.
Uno que otro trueno me estremece, la casa entera cruje como un animal. Observo alrededor y de repente parece que la ropa sucia en el piso y los muebles son algo más, criaturas de la noche, demonios observándome, esperando a que yo cierre los ojos para que ellos...
   Un relámpago cayó a lo lejos iluminando mi habitación. Las figuras oscuras se esfumaron y han vuelto a ser nada más que sucias prendas y muebles viejos.
Bueno, a excepción de aquel ser oscuro que me observa, él es real, siempre ha sido real. Y como si nada empecé a recordar nuestro primer encuentro...

Yo tenía siete años, y no vivía en una vieja casa como ahora. No, yo vivía con mi madre.
 Mi habitación era alegre e infantil, rodeado de juguetes, rompecabezas. En ese entonces todo estaba bien.
   "Hummmm, se supone que usted señor debería estar durmiendo" dijo mi madre mientras cargaba un canasto lleno de ropa limpia y planchada. Ella estaba en sus cuarenta, Dios ella hubiera vivido mucho más sino...
   "No puedo dormir", recordé mi voz. Chillona, pero llena de inocencia.
Mi madre puso sus manos en su cintura y con una mueca me dijo "tal vez un vaso de leche ayude, o no. Hummm, creo que no". "Si, si ayudaría" dije mientas ella me pellizcaba la mejilla.
   "Bueno, ya vengo". De haber sabido, le hubiera dicho "te quiero" o hubiera evitado que bajara. De haber sabido...
No se sí me quedé dormido o estuve con los ojos cerrados simplemente pensando en nada, pero cuando abrí los ojos vi que eran las 11 pm, una hora había pasado como si nada. "¿Madre?", la luz de mi cuarto estaba encendida al igual que la que iluminaba las gradas. Pero no hubo respuesta. Me senté al borde de la cama y vi el vaso de leche reposando en mi mesa. Estaba lleno, verlo ahí me inquietó horriblemente, no sabía por qué.
   Bajé lentamente al comedor, todas las luces estaban encendidas, pero todo estaba quieto. Era una quietud tan grande que sabes que algo anda mal.
Me quedé parado en medio del comedor, mis labios temblaban. Intenté llamar a mi madre pero no pude hablar, había algo en la casa. Entonces escuché un sonido torpe del otro lado de la puerta que llevaba a la sala. PUM PUM PUM. No eran toques, era el sonido de algo golpeando, algo pesado.
Me sentí pequeño, diminuto. También me sentí frágil, mi corazón latía fuerte como un tambor en mi pecho. Como pude me acerqué y con mi débil brazo giré la perilla.
No se que es lo que esperaba encontrar, supongo que mi muerte. Mi madre estaba parada del otro lado, por un solo segundo todo pareció estar bien, y entonces mi rostro perdió todo rastro de vida, pude sentir la sangre dentro de mí helarse, horror atravesó mi ser. Todo en un solo segundo, todo eso sentí mientras vi como mi madre se me venía encima, tropecé hacia atrás cayendo sentado en el piso con mi rostro horrorizado. Escuché el sonido frío y duro que hizo mi madre al caer de cara al suelo. Como si nada mi madre estaba tirada en el suelo como un maniquí, su cabello esparcido, ella tan fría y pálida. Como si nada mi madre estaba muerta.
Yo estaba a centímetros de ella, intenté gritar pero mi voz se había ido, todo a mi alrededor parecía derretirse, fundirse en un escenario borroso y sin sentido. "Gaaah" respirar era imposible. Horrible, Dios, ¿qué es esto?.
  "Le dije que faltaban las galletas" Exclamó un horrenda voz al fondo.
Levanté la mirada y ahí lo conocí, el ser que sería mi fiel acompañante.
Pensé que no era más que una cabeza flotante al principio, luego vi que su cuerpo estaba cubierto por una enorme capa negra, más negra que las sombras que cubrían la sala. Su rostro era de un horrible color gris, sus ojos, si es que esos eran ojos, brillaban con un espantoso brillo amarillo, redondos y sin párpados.
   Quería llorar, gritar, en todo caso morir. Pero no pude, nunca pude.
Aquel ser empezó a caminar, su capa negra no se movía, entonces se acercó a mí, parándose sobre el cuerpo de mi madre, los huesos crujían espantosamente mientras el se acercaba. "Noooo" mi voz era débil, sollozaba.
   "Ya está muerta muchacho, ya no siente dolor, ya no tiene miedo."
Como una animal herido me arrastré hacia la pared para alejarme, su voz era "sucia" rasposa y burlona.
   "Le dije que faltaban las galletas, pero ella no me escuchó. Más bien quiso gritar..."
Observé su interior mientras abría la boca, sus dientes eran puntiagudos, disparejos. El se acercó a mí con su rostro gris que expiraba un fétido olor, el olor de un cadáver. Sus ojos amarillos me examinaban, yo estaba contra la pared, como una rata. "Huuuummm, no te tomaste la leche, eh muchacho?" Su aliento era caliente, como vapor, sulfuró fue lo primero que pensé. Me encontré con la idea de que a pesar del terror, del infernal pánico que me enfermaba, yo estaba fascinado por aquel ente, aquel ser que había matado a mi madre y que probablemente me mataría.
Él se acercó mucho más, era como alguien que está a punto de contarte un secreto al oído. Cerré los ojos, listo para morir.
Pude sentir una fría y seca lengua pasar por mi mejilla, abrí mis ojos y vi su lengua negra rozando mi rostro, su lengua era larga, era como una boa saliendo de una oscura cueva, muerta. Saboreó mientras gemía como un animal.
Repulsión llenó mis entrañas.
  "Hummmm, aún no estás listo muchacho..."
No sabía que quería decir, al menos no en ese momento.
   "Tu madre servirá"
Pude sentir el vómito subir por mi garganta. Aquel ser se levantó y retrocedió hasta quedar a los pies de mi difunta madre. Se inclinó y pude ver sus esqueléticas manos salir para sujetar los pies de mi madre. "Shhhh, sube y bebe tu leche muchacho, tu madre lo hubiera querido".
Empecé a llorar y gritar "No, no, DÉJALA" una enorme mueca retorcida se formó en su rostro demoniaco, su piel muerta se arrugó mientras mostraba sus afilados dientes, el demonio sonreía mientras arrastraba el cuerpo de mi madre a la oscura sala. No pude moverme, supe a mis siete años que hay cosas con las que no puedes pelear, la muerte más que todo. Sólo me quedé ahí llorando, el demonio había ganado, por muchos años me arrepentí por eso, pero que podía hacer. Sólo era un niño. ¿Acaso alguien hubiera podido hacer algo?
Vi sus ojos amarillos brillar incandescentes.
Caí al suelo cerrando los ojos, lo último que escuché fue un "Crack" y entonces me perdí.
Por muchos años me pregunté si eso había sido una pesadilla, la muerte de mi madre fue real, pero el ente parecía solo una horrible ilusión, nadie me dijo que pasó después que me encontraron en el suelo, no me dejaron ver el cuerpo de mi madre. Aquel "crack" resonaba en mi cabeza cada día. Ahora en mi último día lo sé. Se todo, y me lleno de horror. Comida, esa es la respuesta, comida. Ahora veo el cuerpo desmembrado de mi madre ante mí, sus huesos quebrándose, y aquel ser, aquel demonio disfrutando su festín. Veo el espanto en el rostro de mis tíos en la mañana. Veo todo, se todo y se por qué aquel demonio se quedó conmigo, oculto en las sombras bajo mi cama, observando como mi vida se deterioraba. Esperando el día, ansioso y hambriento.


  La lluvia ha callado, ahora estoy sentado al borde de mi cama, cansado, me siento tan viejo a mis veinte años solamente. Veinte años temiendo, con un implacable dolor en mi pecho, veinte años pensando en mi madre y su muerte.
Enciendo la lámpara en mi mesa, un vaso de leche ha reposado ahí desde que me acosté, aquel ser sonríe como el primer día, sus ojos parecen más brillantes, ansiosos.
Tomo un sorbo, la leche me sabe amarga, el peor de los tragos. Y mientras aquel ser abre su boca con su podrida lengua colgando, una última imagen viene a mí.
Mi madre, pero esta vez con una sonrisa en su alegre rostro mientras vierte leche tibia en mi vaso preferido, viva, tarareando una canción de cuna.
   Mis ojos se han llenado de cálidas lágrimas, estoy sonriendo después de tantos años, no sé, tal vez es un vago recuerdo o un mensaje del cielo o sólo una ilusión de mi mente para aceptar mi fatal destino. Como sea, siento el amor de mi madre, y el vacío en mí se llena finalmente, ni la muerte o aquel demonio ante mí me atormentarán más, un sorbo más del vaso de leche. La muerte ha llegado pero esta vez el trago me sabe dulce.

Después de tantos años aquel maldito demonio ha ganado mi carne, más sin embargo no ha ganado mi alma.



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