Un juego de niños
Al principio pensó que lo que veía no era más que un juego
de pelota; los niños que no tenían más de diez años gritaban y se revolcaban en
la tierra pateando al balón con sus zapatos desgastados. El balón tenía una
forma extraña y eso fue lo primero que le llamó la atención, no era
completamente redondo, parecía no sé, deformado.
Finalmente la curiosidad lo hizo acercarse a la cancha que
no era más que un terreno baldío rodeado de hierba seca y basura, pero para los
niños parecía ser el estadio más grande del mundo. Se acercó y se sentó en un
pedazo de terreno que no parecía estar "tan" sucio. Se acomodó y
miró.
Los niños estaban colorados y muchos de ellos tenían feos
raspones en sus rodillas y codos, sangre seguía brotando y esta se mezclaba con
la tierra, sus playeras agujereadas por la vejez y los jalones que se daban
unos contra otros en su esfuerzo por tener el extraño balón y anotar en la
portería que estaba compuesta por dos enormes piedras para separar lo que era
la portería y lo que era la cancha. Por más que intentaba hallarle forma al
balón no podía verlo claramente, sin duda no era un balón de fútbol tampoco uno
de fútbol americano, no estaba hecho de basura, era simplemente extraño.
En un momento de
rabia (uno de los otros niños lo había empujado y su playera había quedado
hecha pedazos) uno de los niños empezó a gruñir como un animal y se lanzó sobre
el que lo había empujado para darle brutales golpes. Los demás niños empezaron
a gritar de forma gutural como un montón de salvajes. Él no entendía que pasaba
pues no parecía ser un pleito normal entre niños, era algo más violento y
salvaje. Se levantó sintiéndose un poco aterrado y corrió hacia el grupo de
niños que miraban atentos a los dos pequeños dándose golpes sin piedad.
"Alto, alto ¡Alto!" les gritó. El niño que había empujado al otro
tenía el rostro lleno de tierra y era obvio que su nariz estaba rota, él pensó
que el pequeño estaba muerte pues ya casi no se movía. El pequeño sobre él aún
le daba bruscos puñetazos que parecía que lo odiaba a muerte, sus ojos
brillaban con el deseo y placer de un asesino.
Finalmente se
separaron, el hombre tomó al niño del brazo tal vez un poco fuerte y éste siseó
como una serpiente mirándolo con esos ojos hundidos y rabiosos.
"¡Qué carajos
es esto!" les gritó, el otro niño seguía tirado en el suelo, su rostro
ensangrentado y nariz torcida.
Nadie dijo nada y por un momento el campo entero estaba en
silencio, el sol ardiente sobre ellos parecía incrementar su fuerza, el hombre
se sintió en peligro. No se había dado cuenta de cuantos niños habían a su
alrededor.
Soltó al pequeño
dejando marcas en su brazo. Dio un paso atrás y tropezó con uno de los otros
niños; el pequeño sostenía el balón como si no quisiera que nadie más lo
tocara. El niño cayó sentado al suelo soltando el extraño balón. El hombre se
acercó y lo tomó, sentía una inmensa fascinación por descubrir lo que era. El
balón estaba gastado, sacudió la tierra lo mejor que pudo como un arqueólogo
que ha encontrado un antiguo artefacto y lo miró. Miró los restos de cabello
que aún colgaban del desprendido cuero cabelludo, observó la piel que colgaba y
que él había pensado era cuero. No habían ojos, se habían ido hacía mucho
tiempo y ahora solo habían dos cuencas rellenas de más tierra pasto, la boca
estaba cocida con un hilo grueso y negro, la nariz y orejas habían sido cortadas
y lijadas para que la cabeza fuera más o menos uniforme. El hombre tragó aire
pero este no salió, soltó el horrible balón y este rodó un poco y luego se
quedó quieto. Los niños lo miraban fijamente.
(Oh Dios, voy a
morir, voy a morir y van a usar mi cabeza como un nuevo balón)
Debía correr pero él pensó que sus piernas no responderían,
pensó que simplemente tropezaría y ahí sería cuando los niños le caerían encima
y lo matarían. Pero como si sus piernas tuvieran mente propia él empezó a
correr y corrió sin mirar atrás. Corrió fuera del campo y fuera de aquel pueblo
baldío. La libreta en su pantalón se cayó en algún punto, en ella había escrito
sólo un titular para su próxima noticia: "PADRES SIGUEN DESAPARECIENDO Y
MÁS Y MÁS NIÑOS SIGUEN QUEDÁNDSE SOLOS EN LAS CALLES DE ESTE PUEBLO."
El niño que le había dado la paliza al otro recogió el balón
y gritó de forma salvaje a los demás para que empezaran a jugar, la cabeza
empezó a rodar otra vez.
Lentamente el otro niño con la nariz rota y boca partida se
arrastró fuera de la cancha, se recostó sobre la tierra y se quedó quieto. No
se sabía si estaba muerto o si estaba dormido, nadie parecía notarlo. Todos los
demás niños seguían jugando bajo el sol como si no hubiera mañana.
Eso era todo lo que ellos querían, jugar y jugar. El sueño de
todo niño.
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