El hombre sonriente.

10-The_smiling_man


El hombre sonriente caminaba por la calle sin una sola preocupación en su cabeza. Disfrutaba de la fría noche mientras ajustaba su traje rojo y pomposo.
A lo lejos una multitud aplaudía y chiflaba, el desfile de navidad se acercaba por el horizonte.
El hombre sonriente compró un puñado de globos adornados con la imagen de Santa Claus sonriendo y sonrojado. Pero no tan sonriente como aquel hombre.
La multitud alegre no se percató de aquel hombre en medio de ellos, todos esperaban la llegada de la carroza más grande y brillante. Santa Claus otra vez, sentado como un rey en su trineo, Rodolfo con su nariz resplandeciente. La música sonaba a todo volumen.
El hombre sonriente alzó sus brazos como si quisiera abrazar a todo el mundo. Un par de globos se soltaron del puñado en su mano y se fueron flotando. Huyendo.
—¡Feliz Navidad a todos! —exclamó el hombre sonriente, unas cuantas personas se asustaron ante tremendo grito, la mayoría sonrió y siguió observando hacia el horizonte, los niños reían con una inocencia ciega. Pero nadie sonreía tanto como aquel hombre. Y nadie notó lo que aquel hombre sostenía en su otra mano, la que no sostenía aquellos brillantes globos. Tampoco notaron lo que había debajo de su pomposo traje rojo.
La banda tocaba con una alegre armonía, habían practicado tanto y ese era el momento para dar todo de sí. Aun así la explosión fue más fuerte que toda su energía navideña. 
Catorce cadáveres y muchos heridos quedaron tendidos en la calle,
Uno de los muchos trajes de Santa que alguien había estado vendiendo yacía desgarrado en el suelo moviéndose con la suave brisa de diciembre. Tres dedos quedaron bajo un guante blanco que ahora estaba manchado de rojo. Una mujer que había perdido ambas piernas se arrastró unos cuantos metros hasta que cayó boca abajo en el pavimento manchado.
Junto a un carruaje ennegrecido y retorcido yacían dos zapatos verdes de duende con un pequeño chinchín en la punta, ambos pies seguían dentro de ellos.
 
Uno de los muchos bomberos encargados de recolectar las partes dispersas de las víctimas lloraba amargamente mientras recogía la cabeza de un hombre que encontró bajo un árbol adornado por pequeñas y ahora opacas luces navideñas.
 —Oh Dios, mira cuán alegre estaba este hombre. Murió con una enorme sonrisa en su rostro.
Pobre, ojalá no haya sufrido tanto...

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