En un frasco
Marta despertó de su sueño
finalmente, no fue porque hubiera tenido una pesadilla, algo que rara vez
pasaba, fue por los gritos de su hijo.
Como cualquier madre, ella
pensó en lo peor, mil cosas malas pasaban frente a sus ojos mientras corría hacia
la habitación de su pequeño, el corredor parecía estar a una calle de distancia
en lugar de sólo un par de metros.
Abrió la puerta de un
golpe, y encendió la luz, cegada por un momento, ella creyó ver a su hijo
muerto y bañado en sangre en su cama. Por supuesto que no era cierto.
El pequeño Roberto estaba
acurrucado en su cama, las sábanas lo envolvían como un capullo, su rostro
estaba pálido e hinchado por las lágrimas.
—Por
Dios, mi amor ¿qué pasó?
—Vi a
alguien en mi ventana, mami -dijo el niño temblando
De inmediato, Marta se
calmó, había sido una pesadilla, algo que con él sí era frecuente.
Tendría que ser una
pesadilla, ellos dormían en el segundo nivel de la casa, así que la persona que
había estado viéndolo desde la ventana era increíblemente alta, o flotaba. ¿Qué
piensa usted? se dijo Marta a sí misma.
Se sentó al borde de la
cama y tomó a su pequeño entre sus brazos.
—Sólo era
un sueño, querido. Sólo un mal sueño.
—No,
mami, lo vi.
Marta no dijo nada más, era
inútil buscar tener razón con un niño asustado. Ella lo abrazó más fuerte y le
cantó una tierna canción de cuna.
—Ojalá
papá estuviera aquí, mami. Él nos protegería.
—Lo sé
hijo, pero él ya no está, sólo estamos tú y yo. Pero créeme que yo te cuidaré.
Lo prometo
—Te juro
que vi a alguien afuera de mi ventana, sus ojos parpadeaban.
—No hay
monstruos aquí hijo, los verdaderos monstruos son la gente de allá afuera.
Marta se arrepintió de sus
palabras, eso era algo muy sombrío para decírselo a un niño de seis años. Pero
ella sabía que era cierto.
Finalmente el pequeño se
quedó dormido, Marta se quedó escuchando el canto de los grillos.
Lo cubrió bien con las
sábanas, besó su mejilla y regresó a su cuarto.
Pensó en regresar y dejarle
la luz encendida, pero no lo hizo, de nuevo, sabía que no había ningún hombre
flotando afuera de su habitación.
Tomó un poco de agua y se
acostó nuevamente. Para Marta, recobrar el sueño era fácil, ella no tenía miedo
de los monstruos bajo su cama u ojos en la oscuridad.
—Buenas
noches —le dijo a su esposo mientras se acomodaba en la cama.
Pero su esposo no
respondió, no podría aunque quisiera.
Él no era más que una
cabeza en un frasco.
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