Un tazón lleno de huesos



La cena había sido deliciosa, había bastante pavo para almorzar el resto de la semana.
Mis padres habían ido a visitar a mis tías, ya que era la noche antes de navidad tenían muchas visitas que hacer.
Yo estaba solo en casa, bueno, Soso estaba conmigo, eran un nombre tonto para mi perro pero él ya se había acostumbrado al nombre, así que Soso se quedó.

En algún punto Soso me pidió que lo dejara salir al jardín, era un jardín amplio así que tenía mucho espacio para jugar u orinar.
Cuando terminé de limpiar la mesa, me di cuenta que muchos de los huesos aún tenían carne en ellos, así que los junte y los puse en el tazón de Soso, el tazón había quedado bastante lleno, la verdad es que todos esos huesos se veían deliciosos.

Soso había estado cavando en un rincón del jardín así que cerré la puerta y me fui a ver la televisión.
En algún punto me quedé dormido
Desperté cuando el control remoto cayó al suelo, era bastante tarde y mis padres aún no habían regresado. Algo más, Soso no había ladrado para que lo dejara entrar.
Aún con los ojos cansados me dirigí a la cocina, abrí la puerta del jardín y llamé a Soso.
La noche era pesada y muy fría, no hubo respuesta de Soso.
Llamé nuevamente y más fuerte. Nada.

Encendí las luces del jardín para poder ver mejor, el silencio de Soso me había puesto muy nervioso ya, la luz no iluminaba todo el jardín, pero podía ver bastante, no había señal de Soso.
Salí de la casa y me adentré un poco al jardín, no creo haber escuchado un solo grillo esa noche.
Llamé a Soso una y otra y otra vez recibiendo cada vez aquel horrible e indiferente silencio de la noche, un nudo se empezaba a formar en mi garganta.
Por alguna razón no quise adentrarme directo a las partes más oscuras del jardín, así que di la vuelta y empecé a caminar de vuelta a la casa.
Ahí fue cuando vi el tazón rojo de Soso.
El tazón estaba donde siempre, aun así no lo había notado antes de salir al jardín.
Cuando me acerqué lo suficiente, me di cuenta que el tazón estaba lleno de huesos.
Excepto que los huesos no eran los mismos huesos de pavo que había dejado para Soso.
Los huesos eran más grandes.
Mi corazón empezó a latir horriblemente rápido, estaba confundido y muy aterrado sin saber por qué, levanté el tazón para ver aquellos huesos más de cerca.
Mi respiración era agitada, mi garganta estaba cerrada y mi rostro estaba frío.

Los huesos aún tenían carne a ellos. Esos no eran huesos de pavo.
Un dolor enorme atravesó mi pecho y mi cabeza se sentía como un globo lleno de aire caliente, era como si la sangre de todo mi cuerpo se hubiera subido a mi cabeza y estuviera a punto de salir escurriendo por mis ojos y oídos.

"GRACIAS"
El pesado tazón lleno de huesos se resbaló de mis manos entumecidas al escuchar esas palabras.
Baba y sangre había quedado entre mis dedos, no había visto que el tazón rojo de Soso también era rojo por la sangre que goteaba.
Giré, los tendones de mi cuello tan rígidos que escuché como tronaban.
Un hombre apareció de entre las sombras del jardín.
Su piel desnuda era tan pálida como el papel, era un hombre alto y encorvado, su cabeza era muy redonda y sin ningún rastro de cabello, no tenía cejas ni pestañas, sus ojos negros se escondían en aquel rostro cadavérico.
El dolor en mi pecho era inmenso, creí que realmente había empezado a sangrar por mi nariz y orejas. Jamás creí que estaría tan aterrado.

El hombre desnudo se quedó observándome en el jardín, en una de sus manos sostenía un inmenso trozo de carne, la piel que colgaba de la carne era peluda. Era una de las patas de Soso.
De su boca salía baba rojiza, trozos de pelo y sesos aún pegados a sus mejillas huesudas.
Abrió la boca mostrando el bocado aún a medio masticar entre sus dientes.

"HACE MUCHO TIEMPO QUE NO COMO TAN BIEN" me dijo mientras arrancaba otro trozo peludo de la pierna de Soso y producía un gemido de placer, un "hummmm" al masticar la carne de mi perro. 
Como pude empecé a gritar, no era muy fuerte pues mi voz se había ido, más bien eran pequeños gemidos agonizantes de dolor y pánico. Corrí de vuela a la casa y cerré la puerta de vidrio, él me siguió hasta la puerta, estando dentro de la casa y él afuera en el jardín pude ver sus dedos largos y ennegrecidos, podía escuchar el masticar, él empezó a frotar su cuerpo manchado con la sangre de Soso contra la puerta de cristal, gimiendo y tocándose.
Pasó su lengua por el cristal y ahí empezó a carcajearse, a carcajearse como una hiena.
Finalmente me desmayé...

                                                        *****
Pasaron muchos años de terapia para que mi mente pudiera volver a "funcionar" de manera normal.
Nos habíamos mudado y mis padres siempre mantuvieron los eventos de aquella noche en secreto. La imagen de aquel hombre animal frotándose excitado y ensangrentado contra la puerta de cristal se quedó conmigo, siempre estará conmigo.
El resto era confuso.

Cuando cumplí 28 años tuve el valor de buscar artículos en periódicos e internet acerca de aquella noche, algo tan enfermo debería haberse sabido.
No me tomó mucho tiempo en encontrar muchos de los horrendos detalles de lo que pasó durante las semanas siguientes...
Mis padres llamaron a la policía después de verme casi muerto el suelo de la cocina, rastros de sangre en la puerta.
La policía encontró los restos de Soso en un agujero en el jardín, su cabeza había sido arrancada, sus ojos y lengua, arrancados bruscamente.
Vieron los huesos en el tazón, y muchos de sus órganos a medio comer en muchas otras partes del jardín.
Por varios días aparecieron varios animales horriblemente mutilados por varias partes del pueblo. Sesos esparcidos por las calles, cabezas sin ojos ni lengua.
Gatos y perros despellejados sin piedad, sus cuerpos dejados a media calle como si nada.


Todo acabó cuando la policía encontró a un hombre desnudo y ensangrentado devorando los intestinos de un vagabundo en un parque, el hombre había abierto el vientre del ebrio, había medio mordido el corazón y el hígado y luego los había tirado en el césped, el miembro del vagabundo yacía sobre uno de los columpios.
Los intestinos del hombre colgaban en su boca cuando la policía lo vio y dispararon sin pensarlo.
Ambos oficiales tuvieron que recibir ayuda psicológica al final.

No busqué nada más.
Apagué la computadora y me fui a la cama.

Mañana es 24 de diciembre, sé que aquel "hombre" está muerto, pero cada veinticuatro de diciembre él viene, entra a mi habitación y frota su cuerpo desnudo contra mi cama, siempre masticando algo, siempre con sangre y sesos en sus mejillas.
Frotándose contra mi cama en cuatro patas, excitado como un animal... y riendo.

Me compré otro perro, casi idéntico a Soso, mi amado Soso.
Él duerme a mi lado todas las noches, me siento mejor desde entonces...
Así que esperaré, mientras los niños esperan a Santa Claus yo esperaré a aquel "hombre".
Tal vez no venga este año.
Eso es lo único que pido.


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