Hermosa




He estado esperando en este parque todo el día, observando las flores plantadas con tanta dedicación.
Los niños juegan alegremente con pelotas de plástico fingiendo estar en el mejor de los equipos de fútbol, otros juegan en los columpios tratando de llegar al cielo, algo imposible, pero que saben los niños.
Yo solo observo lo hermosa que es la tarde, todo es tan hermoso. Menos yo.
Pero esto no se trata de mí, ni de lo que soy. La razón por la que espero tan pacientemente en esta incómoda banca rodeado de una belleza de la cual nunca podré ser parte, es ella. Carolina.
Veintiocho años, cabello negro, esbelta, sonriente, amable, perfecta. ¡Hermosa!
Cada vez que la veo tengo que contar hasta diez, mis nervios estallan cada vez que ella pasa frente a mí, cuando dejo que mis nervios estallen pierdo el control. Demasiado.
"Que tal"
Las palabras siempre se quedan en mi cabeza, atoradas, mi boca abierta me hace sentir como un idiota, supongo que lo soy, después de todo, como puedo siquiera pensar en hablar con alguien como ella. Aún si lo hiciera y aún si ella me respondiera con una de sus hermosas sonrisas, eso sería todo. Un saludo y adiós, nada más. Un extraño que saluda.
Pero tía Jazmín me ha convencido de que tengo esperanza. Ella es muy sabia, es la única que me ha visto tal como soy, si no fuera por ella estaría en uno de esos edificios de color blanco, muriendo lentamente. Tía Jazmín es la única que me entiende, mamá y papá no lo hicieron, es por eso que ella los quemó. ¡Basta!
Lo siento, como dije, esto no se trata de mí, ni de mi historia. Es Carolina.
Son las seis con ocho minutos, ella ya pasará por aquí, y estoy listo, no planeo intentar saludarla y quedar como un imbécil (como siempre), no, hoy haré algo que tía Jazmín me enseño, siempre creí que era algo que se le hacía a la gente que era mala conmigo, no a gente hermosa. Pero ella me enseño una forma de adaptar el metódo de manera que fuera igual de hermoso. Sin dolor. Perfecto.
Parece que hoy no habrá luna.
¡Oigo pasos!, sus tacones, lo sé.
Uno, dos, tres, cuatro -¡Ya viene!
Cinco, seis, siete -¡Oh Dios mío!
-Que tal, buenas tardes señor.
Curioso, tengo solamente 25 años, supongo que no me he cuidado muy bien.
Ella se va, ¡rápido!
Ocho, nueve...diez... Listo.
 
En todas las veces en que la vi alejarse por la calle, mientras yo me quedaba en aquella banca, llorando, siempre la vi como una especie de ángel que aparece sólo una vez al día, como un milagro, y que luego desaparece de este mundo para regresar al cielo. Sueno como un imbécil ¿cierto?, así funciona el amor, ¿o será la locura?
 
Debo admitir que este lugar da miedo, una calle amplia y vacía, un torcido poste eléctrico proporciona una pálida iluminación, basura por todos lados, graffiti de mal gusto, algo que contrasta con el parque que es tan alegre, ambos tan cerca el uno del otro.
Aún así ella camina tan tranquila, sin preocupación alguna, como si los peligros, que de seguro habitan estas malditas calles, no pudieran hacercarse a ella.
Tengo que hacerlo ahora, pero sé que son mis nervios, si tía Jazmín estuviera conmigo me diría que espere. Una calle mas.
Nunca me dio miedo la oscuridad, siempre ocultó mi apariencia, la amo por eso. Pero esta noche es diferente, no son solo mis nervios en relación a mi plan. No, es algo diferente.
Es ella.
¡Se detuvo!
¡Debió haberme visto!, ¿acaso he estado hablando en voz alta todo este tiempo?
No lo creo, estoy bastante alejado para que me reconozca, además no está viendo hacia mí.
Solo está parada en medio de ésta sucia avenida, su cabellera negra parece brillar, puedo ver como aprieta sus manos, frustrada, ¿tiene acaso algún dolor de repente?, ¿uno de esos dolores de mujer?, no. ¿Que debo hacer?, no estoy listo.
-Tengo miedo.
¡¿Que dijo?!
-Por favor, ayúdeme.
No puede ser a mí, no puede estar hablando conmigo. ¡Nunca me vio, estoy muy lejos!
-Sé que está ahí, por favor, tengo mucho miedo. ¿Podría acompañarme a casa?, estoy casi cerca.
Oh, oh, Dios, es conmigo. Debo acercarme, debo hacerlo. ¡No!, aún, no, pero, ella me pidió ayuda, ella, Carolina. Sabe que estoy siguiéndola, y aún así no tiene miedo de mí, pero de ésta mugrienta calle, la llevaré a casa. La cuidaré. Si, eso haré.
Nunca pensé que la noche podría ser tan negra, ella sigue parada en medio de la calle, temblando.
Mis zapatos chocan con el empedrado, ¿qué es ése olor?, alguna rata murió en un callejón, en la alcantarilla tal vez. Estoy tan cerca, su perfume es delicioso.
-Ho-ho-hola- Mierda, soy un imbécil, no debí acercarme, no aún.
-Hola, me llamo Carolina, lamento molestarlo, pero caminar por esta calle me da mucho pánico. Mi casa está cerca, podría acompañarme, ¿puede?
-Bueno -No diré nada más.
-Ésa es mi casa.
La veo, una casa bastante humilde, algo que se espera viniendo de éste oscuro lugar. Increíble que ella venga de un lugar así, yo vengo de un lugar horrible por eso creí que yo soy horrible, pero ella no, ella es perfecta. Su piel...su piel se ve tan blanca. Demasiado.
Mis nervios vuelven, más fuertes que nunca. ¡Que pasa!
Debo correr, debo -Gracias por traerme a casa.
Me iré, no diré nada, solo me iré, no estoy listo. Nunca lo estuve, me iré, la dejaré en su mundo, la veré mañana y el día siguiente y el siguiente y...¡Mi brazo!
Mis nervios, debí hacerles caso.
Ella es tan fuerte, ¡Oh Dios, mi brazo! ¡Oh Dios, TIENE MI BRAZO!
-Gracias por venir, por favor...ayúdeme. Tengo hambre.
Su rostro es tan blanco, la sonrisa que siempre consideré perfecta, es ahora una enorme mueca torcida y demencial, la mueca en el hocico de un animal hambriento.
Debo alcanzar el cuchillo en mi bolsillo, debo...debo...¡NOOO, MI BRAZO!...
 
Sangre, ¿es ésa mi sangre en el piso?
Mi brazo no está, puedo ver los trozos de carne y nervios colgando de mi hombro, el hueso sobresale, tan blanco, quien diría que mis huesos serían tan blancos, siempre creí que eran tan sucios como yo. Tengo tanto frío, mi pie ya no está tampoco. ¡Ahi viene! sus tacones resuenan en éste mugriento suelo.
-Gracias.
No responderé, cerraré los ojos y me iré de este mundo, es mejor así, un ser horrible como yo no merece sobrevivir de todos modos. Ella viene hacia mí otra vez, se ve tan hermosa como siempre, trozos de mi carne cuelgan en sus mejillas mientras la sangre gotea como baba entre su enorme sonrisa. Tan hermosa, más aún.
-¿Puedo?
Su aliento es tan intenso, sus ojos brillan como si ella ardiera desde adentro.
Estamos cara a cara, como dos amantes ante el inminente beso apasionado. Si tan solo pudiera saber que se siente.
-Si. Dije al fin, ya no me siento como un imbécil. Ya no siento nada.
Ella sonríe, se acerca a mi cuello.
Puedo sentir mi sangre siendo drenada, mis entrañas, yo estoy siendo drenado.
Ella mastica sin asco, a pesar de como soy, de como me veo. Ella no siente asco de mi, disfruta de mis entrañas como si fuera el mejor festín.
Con mis últimas fuerzas levanto mi única mano, acaricio finalmente su fina y suave cabellera negra. La amo tanto, y ella me ama. Lo sé pues ella me devora como si fuera el mejor manjar. Lo siento, lo sé.
Seré parte de ella, seré su cena de esta noche.
Así que sonreiré como nunca lo he hecho, eso hará mi carne mas dulce.
Te amo Carolina, eres hermosa, muy hermosa.
Provecho.


Comentarios

Entradas populares