La fotografía.



Encontré esa vieja fotografía mientras rebuscaba entre las cajas del sótano de nuestra, en ese entonces, nueva casa, el control de mi Xbox no estaba por ningún lado, entonces la vi, metida entre dos cajas.
         No había nada realmente extraño en ella, era simplemente una vieja y gastada fotografía familiar de probablemente los años 40. Era la típica familia; el padre y la madre en medio, él de altura imponente y ella de postura sumisa, un hijo en cada lado, el mayor tratando de igualar al padre y el menor sosteniendo a la anciana mujer, que de seguro era la abuela, mientras ella descansaba en su mecedora. Todos con una sonrisa que revelaba enormes dientes.
         Se la mostré a mi madre y a ella le gustó tanto que la guardó para su colección, finalmente encontré mi control y regresé a mi habitación.
La fotografía dejó de existir para mí por casi un año.



Mi madre desapareció un día después de salir de compras. Mi padre le preguntó si quería que la llevara y ella dijo que no, quería caminar un poco y ya que la parada de autobús estaba algo lejos, eso le serviría de caminata. Ella se fue y mi padre volvió a ver el partido que estaban pasando, para cuando dieron las dos de la tarde (tres horas desde que mi mamá se había ido) él se preocupó, la llamó a su celular pero no hubo respuesta. Entonces me llamó a mí (yo me estaba quedando en la casa de mis tíos como parte de mis vacaciones pues ellos tenían una casa en la playa) y me dijo: "Hola m'ijo, mirá ¿no te ha llamado tu mamá o no has hablado con ella?"
         "Uh, no, ¿por qué? ¿Qué pasó?", le dije.
"No, por nada, es que hace como tres horas que se fue de compras y no ha regresado y además no contesta su celular, me preocupé un poco y pensé que tal vez te había llamado a vos, con eso de que el teléfono de la casa no siempre suena".
         "Ummm, no, pero no me ha llamado, ¿iba con alguna de sus amigas?"
"No que yo sepa, quiso irse en bus porque así caminaba un poco, sabes qué, tal vez sí se encontró a una amiga y se quedaron papaloteando por ahí. Voy a esperarla otro rato, disculpá si te asusté un poco". Mi padre sonaba un poco más calmado ahora, conversamos un poco sobre el partido y de que cómo la estaba pasando con mis tíos. Nos despedimos y yo regresé a la playa, no sin antes intentar llamar a mi madre y sin obtener respuesta.
         Dos días después mi padre estaba desaparecido.



Recuerdo haber visto a mi tía sin ningún rastro de color en su rostro cuando me lo dijo.
         "Llamó la policía, dicen que ni tu mamá ni tu papá aparecen por ningún lado".
         Yo estaba sentado en la cocina, desayunando, después de eso todo se puso confuso y acelerado. Regresamos a mi casa esa misma mañana, mi tío tratando de conducir como la gente, pero podía ver las borrosas siluetas de los otros autos y los edificios pasándonos, íbamos muy rápido.
         Una de las vecinas (muy amiga de mis padres) había llamado a la policía después de ver que mi casa estaba completamente a oscuras (cuando salíamos siempre le dejábamos una llave a ella por si acaso y dejábamos las luces de afuera encendidas), ella primero trató de llamar a mis padres y no obtuvo respuesta, luego fue a tocar a la puerta y nadie salió, pero la puerta estaba sin llave así que decidió entrar.
         Alterada, la señora Castro dijo que cuando llegó a la sala escuchó fuertes pisadas en el piso de arriba, pensó en subir pero no llegó más que al primer escalón, "era como si alguien estuviera pisando así de fuerte a propósito". Gritó preguntando si era mi papá o mi mamá, y de nuevo no obtuvo respuesta al mismo tiempo los pisotones se detuvieron.
         La señora Castro se quedó muy callada como por un minuto, luego dijo:
"La casa se quedó tan callada, sólo me escuchaba a mí misma respirando, y entonces escuché un terrible alarido que vino del sótano. Aquel clamor casi me provoca un infarto, ahí fue cuando salí corriendo. La mujer, porque era una mujer la que gritó, pegó otro alarido de muerte y entonces escuché a quien fuera que estuviera arriba bajando rápidamente, pisando como un gigante, yo ya estaba afuera para cuando lo escuché, Gracias a Dios porque no sé qué me hubiera pasado si ese hombre me hubiera visto parada ahí".
         La señora Castro dijo que no creyó que ni el hombre ni la mujer eran mis padres. Llamó a la policía de inmediato y ellos llegaron a inspeccionar la casa, no había nadie. Mi tía estaba completamente histérica para entonces pero la señora Castro estaba perturbadoramente tranquila, Fuera quienes fuesen los que estaban en la casa les hicieron algo a tus padres, dijo, tomó mis manos y me bendijo.

         Pasaron los días y mis padres no aparecían, mis tíos y yo nos estábamos quedando en un hotel cercano, desconsolados por no saber qué carajos estaba pasando realmente. Entonces, para empeorar las cosas aún más, mi tío desapareció.
         La policía llamó y por suerte hablaron conmigo, mi tía estaba al borde de un colapso y esa noticia podría haberla matado ahí mismo, aunque aun así iba a enterarse tarde o temprano.
         Otro de los vecinos (este no era muy amigo pero sí muy metiche) había visto el auto de mi tío (sabía que era el mismo que había visto el día que regresamos porque había memorizado el número de placa) y dijo que él, mi tío, había entrado a la casa sin siquiera prender ninguna de las luces, estuvo atento por más de dos horas y mi tío nunca salió. No hace falta decir que la policía no encontró a nadie.
         Me tumbé en la cama del hotel sin saber qué hacer o qué pensar, iba a terminar loco y pasando mis días en el Federico Mora, vistiendo un chaleco de fuerza y babeando por todo el piso, tal vez ambos, mi tía y yo, estaríamos ahí.
         Mi tía estaba durmiendo en la otra habitación, su rostro hinchado por tanto llorar, ¿Cómo carajos le digo que ahora mi tío tampoco aparece?
         Me senté a su lado, tratando de contener las lágrimas, ella se volteó y quedó boca arriba, entonces empezó a murmurar.
         ¿La foto? ¿Qué foto? Decía ella en su sueño. Yo me quedé inmóvil y completamente desconcertado.
         ¿Esa foto? —levantó un brazo como si quisiera alcanzar algo que sólo ella podía ver —¿Ahora? ¿Ellos estarán ahí? Sí, lo haré, ¡ya voy!
Abrió los ojos y me vio ahí paralizado junto a ella, entonces sonrió y supe que ella había perdido completamente la razón. Era la mueca de un desquiciado que ya no tiene cura.
         Hola, dijo.
Este, tengo que ir, uh, a comprar unas cosas, ¿tenés hambre, querés que te haga algo de comer?
         No respondí, sólo negué con la cabeza, Jesús, esos ojos, ¡No hay nada detrás de esos ojos! Pensé. Ella se levantó, se vistió de manera monótona como lo haría alguien hipnotizado o somnoliento, abrió la puerta y se despidió.
         ¡Hacé algo maldita sea, hacé algo!
Balbuceé un montón de estupideces, miraba a todos lados como si fuera a encontrar la respuesta debajo de uno de los muebles o entre el montón de zapatos en el rincón, mi cuerpo seguía pegado al colchón. ¡La policía!
         Me levanté y apenas y podía doblar las rodillas, me dolía el pecho y la cabeza. Afuera escuchaba a mi tía tratando torpemente de encender el auto (ella apenas había aprendido a conducir), ¡No, mejor andá a detenerla! ¡No, esperáte, llamá a la policía primero! ¡No, a ella, No, llamá!
         Mi garganta se estaba cerrando y la habitación se estaba derritiendo a mi alrededor, los bordes de se estaban oscureciendo y el piso se mecía de un lado a otro como si debajo de la alfombra no hubiera más que arena movediza. La fotografía, pensé brevemente antes de caer al piso y hundirme en la negrura.




Mi tía no llegó a la casa, gracias a su torpe forma de manejar (eso y el hecho de que ella nunca había despertado realmente) se estrelló contra un puesto de periódicos en la esquina antes de llegar a mi casa. Nadie resultó herido y ella juraba que era su esposo quien había estado conduciendo y no ella. También dijo que mis padres habían estado en el asiento de atrás.
        
         La policía fue quién me despertó, aunque no los había llamado, ellos ya habían ido a mi casa, la señora Castro (bendita señora Castro) los había alertado pues otra vez había escuchado el horrible alarido de una mujer en el sótano y que poco después (de eso no estaba muy segura) creyó ver las siluetas de dos hombres, uno muy alto y otro de estatura normal, entre las sombras del jardín, ambos parecían estar discutiendo.
         Al principio no recordaba nada pero cuando lo hice di un grito que casi hace que el policía que iba conduciendo la patrulla se fuera a chocar contra un árbol.
         ¡La fotografía! Grité y ambos me echaron una mirada de este-ya-se-volvió.-loco, aun así me hicieron caso cuando les dije que debía ir a casa.



Apenas se detuvo la patrulla me bajé y corrí hacia la casa, que seguía a oscuras y con un aspecto maligno, ¡Hey, esperáte! Gritó uno de los oficiales.
         Encendí las luces y subí al cuarto de mis padres, sentía la respiración de alguien o algo detrás de mi cuello pero no volteé, empecé a sacar todos los cajones en busca del álbum de colección de mi madre, a ella le había gustado la fotografía de joven y había juntado una decente colección de fotos raras y antiguas. ¡Maldita sea, dónde está! La foto no estaba ahí, tiré el álbum al otro lado del cuarto y me quedé sentado en la cama jalándome el pelo con casi completa locura, detrás de mí escuché como los resortes crujían bajo el peso de alguien más, de nuevo aquel tibio y enfermizo aliento estaba detrás de mi cuello, sin voltear, salí disparado del cuarto, los oficiales me esperaban abajo, listos para sacarme de ahí.
         No, por favor, debo, debo encontrar la fotografía.
¿Qué fotografía?
         La que causó todo esto.
De nuevo esa mirada. Uno de ellos trató de agarrarme del brazo pero yo ya estaba corriendo hacia el sótano. Una de las puertas de arriba se cerró con tremendo somatón y uno de ellos chilló de miedo.
         La única luz que alumbraba el sótano era la de una moribunda bombilla colgando de una cadena que se movía como un péndulo.
Un par de fríos y huesudos dedos rozaron mi cuello y brazos pero no les hice caso, me agaché y empecé a rebuscar entre las pocas cajas que no valían la pena ser abiertas pues solo tenían pura basura, después de un rato la encontré.
La maldita fotografía.
         Me quedé mirándola cuando en uno de los rincones del sótano gritó una mujer, un gemido de dolor y de eterno sufrimiento que me dejó sin alma, al mismo tiempo sentí un golpe en el estómago como si hubiera apretado mi estómago desde adentro.
         Los guardias bajaron con pistola en mano y me encontraron acurrucado en medio de las cajas, temblando como una víctima de hipotermia y con lágrimas de dolor, la fotografía estaba en mis manos.
         Jesús bendito, dijo uno de ellos cuando vio la foto.
En ella estaban mis padres y mi tío, posando y sonriendo miserablemente, mostrando enormes dientes que no eran los ellos, a su lado seguía el otro joven que asumí era uno de los hijos y la anciana sentada en su mecedora y con su cabello largo y blanco. Ambos posaban con los ojos bien abiertos al punto de que podías ver las orillas rojizas de las cuencas, sus bocas estaban torcidas en una mueca de expectativa. Estaban esperando ansiosamente su turno para salir.



        
         He estado en este maldito hospital desde hace tres o cinco días, perdí la noción del tiempo gracias a sus malditos sedantes. La fotografía apareció debajo de mi almohada esta mañana aunque estaba seguro de que aquellos dos oficiales la habían despedazado. Mi familia obviamente sigue desaparecida, no sé dónde está mi tía ahora, asumo que está bien pues no aparece aquí, ellos me dicen que me han estado sedando porque he estado caminando dormido y varias veces traté de escapar por la ventana, las enfermeras me tienen pavor pues dicen que me han oído hablando y riendo en mis sueños. Uno de los oficiales que ha venido de vez en cuando para mantenerme informado del caso, dice que encontraron la cartera de mi madre en el sótano, la cartera que ella siempre usaba para ir de compras, metida entre las cajas de basura, dijeron que en algún punto debió haber regresado a la casa sin que mi padre la viera u oyera.
         Claro, porque ella estaba completamente ida pensé pero no se lo dije, ya creen que estoy loco, no hace falta que les dé más indicios.
        
         Veo la ventana en mi cuarto con el candado puesto y pienso: ¿Cómo podré salir de aquí? No por mi voluntad claro sino por la de ellos. No pueden llevarme si no estoy en la casa y tampoco sin la fotografía. La maldita fotografía.
         Pienso en mi tía.
         Pienso en mis padres y mi tío.
También pienso que, si ellos lograron salir metiendo a mi familia ahí, tal vez mi familia pueda salir algún día de la misma manera. Me pregunto cuánto tiempo pasará para que nuestra casa esté a la venta y en cuánto tiempo se mudará una nueva familia. ¿Alguien encontrará la fotografía con nuestros rostros alegres?
         Pienso muchas cosas, pero por ahora sólo quiero salir de aquí e ir a casa.


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