Relato incompleto #1.



Estaba perdido en aquel pensamiento cuando sentí el golpe de la piedra en mi pecho. Más por reflejo que por otra cosa, agaché la cabeza para ver y entonces vi la mancha oscura justo en medio de mi camisa blanca, miré lo que estaba frente a mis pies y vi que no había sido una piedra en realidad sino un podrido corazón de manzana.
         Me quedé desconcertado por un segundo, no entendiendo qué había pasado, entonces miré al frente y vi a todos mis compañeros congelados con una expresión de pura sorpresa, todos quietos en sus escritorios sin saber qué hacer o qué pensar, yo seguía confundido mientras una extraña presión se acumulaba en mi estómago como un cólico. Eran mis entrañas diciéndome que corriera, que huyera de ahí.
         La clase entera seguía mirándome con ojos de pobre-pedazo-de-mierda, miré a todos lados tratando de encontrar una mirada compasiva, un amigo, alguien que—
         Entonces vino la botella plástica.
Era una simple botella plástica de gaseosa vacía, la lanzaron con tanta precisión y la punta, donde estaba puesto el tapón, dio justo en medio de mi frente y al mismo tiempo que escuché el sonido PUC, solté un "¡Ay!" que pareció más el chillido de un ratón que otra cosa. Eso hizo que la clase estallara finalmente en carcajadas.

El dolor era molesto y de inmediato me llevé la mano a la frente, sintiendo la marca que la orilla del tapón había dejado, eso por alguna razón fue comiquísimo porque la clase rió aún con más fuerza.
         El dolor en mi estómago seguía creciendo y pensé que me iba a hacer en los pantalones, eso habría sido mi fin. Los demás seguían apuntando y burlándose, carcajeándose con placer infinito hasta que sus caras estaban rojas y lágrimas bajaban por sus mejillas. Yo también podía sentir las lágrimas acumulándose al borde de mis ojos pero sabía que si llegaba a llorar todo sería peor, no sé qué tanto, pero sin duda sería mucho, mucho peor. Por un segundo las risas fueron bajando pero para que el espectáculo no quedará así empezaron a tirarme más cosas; bolas de papel, lapiceros, tapones de lapiceros mordisqueados, chicles, palillos de paletas, toda la basura que podían encontrar bajo sus pies y sobre sus escritorios, en una de esas hasta un par de monedas me tiraron. Yo seguía parado como un imbécil, tratando torpemente de esquivar toda esa mierda, pero por supuesto que no podía. El llanto se seguía acumulando más y más como agua en un vaso que apenas y se contiene en el borde, una gota más y toda se rebalsaría.
         ¿Dónde carajos estaba la maestra? Pensé con desesperación, parecía que había estado metido en aquel infierno por horas, ¿Acaso es ella parte de todo esto? pensé incoherentemente, claro que no era posible, ¿o sí?
         Cerré los ojos y traté de perderme en mi mente, ya había funcionado en muchas otras ocasiones, en el bus por ejemplo cuando ellos me daban pellizcos en la oreja hasta dejarla roja y entumecida, traté de irme y no volver hasta que todos ellos se hubieran ido a casa, a joder a alguien más.
         Pero no pude, en mi mente podía ver a la maestra viendo a lo lejos aquella escena en el salón, "Hey, ustedes, vengan a ver cómo le va al pequeño pedazo mierda, miren, ¡miren!" entonces los otros maestros junto con el director saldrían en silencio de sus salones para verme, riendo en silencio hasta que tuvieran que tomar agua.
         El cólico se hizo más fuerte que me sacó de aquel otro infierno.
Debía irme, debía mover mis entumecidas piernas y salir corriendo para nunca volver, para—
         Uno de ellos lanzó un borrador; uno de esos duros borradores con una mitad de color rosa y la otra de color azul que supuestamente podía borrar tinta de lapicero, y me dio justo en el ojo.
         "AAAAh" chillé y me di cuenta que mi voz era la de una mujer.
¡¿Por qué tenía que sonar así?! ¿Por qué no podía sonar como un hombre? Ellos no sonaban así, ni siquiera las niñas sonaban así, sólo yo.
         Y aunque parecía increíble la clase entera rió aún más, algunos en el fondo empezaron a ahogarse y toser horriblemente, pero no importaba porque ese era el mejor momento de sus vidas, llegarían con sus novias y novios y les contarían cómo fue que casi se cagaban de la risa al verme ahí parado como un semejante pendejo y chillando como una mujercita.
         Mi ojo derecho, al que le había pegado el borrador, ardía un montón y no paraba de llorar, pronto lo haría el otro ojo, lo tapé con mi mano mientras que con la otra me limpiaba las lágrimas. Esto nunca acabará pensé.
         No, nunca acabará, aun si todos ellos mueren, y ¡Oh cuánto deseaba que todos murieran!, no acabaría ahí, simplemente serían reemplazados por muchos más, gente de todos lados haría fila para venir y tirarme mierda y cagarse en mi cara. Año tras año vendrían con nuevas y mejores ideas, porque eso era lo que querían. No, que ellos murieran no era la solución, porque yo seguiría vivo mientras sus fantasmas me llegaban a espantar durante la noche, jalándome los pies y susurrando "Marica, marica, marica" una y otra y otra vez.
         No se detendrían.
La única forma de escapar era si YO moría. Sí, ellos seguirían riendo y diciendo: Uy, el pobre pisado no aguantó y se mató, ¡que puta!, y no recibirían su merecido, pero al menos yo ya no estaría ahí para escuchar todo eso. Yo ya no existiría y ya no recordaría, ya no sentiría y ya no lloraría. Desaparecería y eso acabaría todo.

Otra botella de plástico, ésta aún tenía algo de gaseosa adentro, me dio en la boca, justo en la encilla y eso trajo la sangre.
         Eso pareció calmarlos un poco, les recordó que yo podía sangrar y sufrir. Pero no los calmó del todo.

Iré a casa y me quitaré la vida pensé.
Hoy me voy a suicidar. Y eso era una promesa.

Me pegué a la pared y me deslicé lentamente hasta estar sentado en el piso.
Me tapé la cara con las manos mientras saboreaba la sangre en mis encías.
         Las risas al fin pararon pero el salón no se quedó en silencio porque ahora lo que se oía eran mis llantos.



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