Perfume 2.



No es tan divertido ver directo a un arma cargada…

¿Quién había dicho eso?, ¿era parte de una canción, no?
Tania sentía el sabor amargo de la sangre en su garganta mientras seguía preguntándose un montón de cosas sin sentido. El olor a polvo viejo en la alfombra la hacía sentir enferma y aunque intentó abrir los ojos y ver qué estaba haciendo él, no pudo más que quedarse tirada en el suelo. Su mente seguía dando vueltas y poco a poco una voz le preguntaba: ¿Cómo estará el bebé? ¿Le hizo daño? ¿Estará…estará muerto?
Tania no sabía si le interesaba o no realmente el estado del bebé.


         «Sabes, creí que no te iba a encontrar», dijo él sonando agitado, Tania podía escucharlo yendo de aquí para allá en la sala, corría y descorría las cortinas, movía las sillas y Tania creía, aunque como no lo estaba viendo no estaba segura, que él jugaba con el revólver en su mano como si no supiera si usarlo o no.
         «¿Escuchaste lo que dije?», dijo él y Tania se movió un poco al oír el tono furioso con que ahora le hablaba, él estaba más cerca de ella ahora y el aroma a perfume era más fuerte. ¿No era ese perfume de mujer?, ¿qué hacía él oliendo a—
         «¡CONTÉSTAME!»
Tania chilló aun sin decir ni una palabra.
         «Lo siento, no debí gritarte…sabes…te amo».

¿Amor? ¿¡AMOR!?
Tania empezó a sentirse enojada, eso era bueno, la idea de estar aterrada e indefensa era repugnante. Por varias semanas Tania no había podido ir más allá de la esquina de la cuadra donde vivía y cada vez que escuchaba pasos o veía de reojo la silueta de lo que ella creía era un hombre se paralizaba de terror y recordaba el dolor de aquella noche mientras se llevaba la mano a los moretones en su cara. ¿Cómo se atrevía él a hablar de amor? Él, el que había abusado de ella para luego dejarla casi muerta. Él, el que era el padre del bebé—El bebé está muerto, lo sé, y la verdad…no me importa.

         «Ven, déjame ayudarte, lamento haberte golpeado pero es que cuando vi que ibas a gritar no tuve otra opción…pero si me prometes no gritar te juro que no te haré más daño».

La ira de Tania seguía en aumento.

Voy a matarte, pensó ella y sonrió ligeramente.

Él empezó a levantarla, teniendo cierto cuidado con el vientre.
Voy a matarte…

El perfume de mujer que parecía rodearlo la hizo sentir terriblemente asqueada.
Era un perfume conocido, no que ella lo hubiera usado alguna vez, pero ella lo conocía bien.
¿No había su madre usado ese perfume alguna vez?

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