Esperpento.
“I want a perfect
body.
I want a perfect
soul”
“Creep”
Radiohead.
Siempre supe que no pertenecía al
extenso círculo que ustedes las personas hermosas llaman amor. Lo acepté sin problema al cumplir dieciséis años y así pasé,
en un estado de completa serenidad, hasta los veintidós.
Pero
supongo que hay cosas que, ni siquiera alguien tan muerto como yo, puede
evitar. El amor no siempre es agradable y tierno como un animal de felpa de
ojos grandes y brillantes, a veces, la mayoría de veces pienso yo, el amor es
repugnante y malicioso. Un bicho asqueroso que se arrastra como una garrapata
entre las sábanas en medio de la noche buscando succionar sangre, prendiéndose
de la carne como un parásito.
Irma.
IRMA, IRMA, IRMA, IRMA, IRMA.
No había espacio en las paredes de mi
cuarto en donde su nombre no estuviera escrito, marcado como los cortes de una
navaja en la piel y carne de un suicida. ¡Ah, Irma! ¿Cómo se supone debía
quererte? ¿Cómo? Yo no sé de esas cosas, es fácil leer acerca del amor en
libros y letras de canciones. Pero eso no significa que alguien como yo (¿Y qué
soy yo de todas formas?) pueda llegar a aplicar esas lecciones en su propia
vida. Un cirujano lee, memoriza, aprende y finalmente es capaz de practicar
abriéndole el pecho o cráneo a un enfermo y sacar lo que sea que esté causando
problemas. Pero no creo que el amor funciona así. Al menos no para mí.
Irma
tenía novio; Armando. Solía observarlo desde lo alto de mi casa (él vivía justo
frente a mi casa), él sin duda era merecedor de Irma. Ambos después de todo
eran atractivos, gente que se puede
ver y admirar.
¿Ya
les mencioné que yo estaba muerto?
No literalmente claro, la sangre aún
corría por mis venas manteniendo activas mis funcionas corporales básicas.
Aparte de eso yo estaba muerto así que el hecho de volver a enamorarme fue más
como descubrir que un tumor estaba devorando mis entrañas y aferrándose a mi
cuerpo como un demonio.
No
había forma de que pudiera tener a Irma siendo lo que yo era (¿Y qué soy yo
después de todo?) así que, usando los trucos que las voces del bosque (porque
al estar uno muerto las voces del mundo y el infierno se revelan como actores
tras bambalinas) me enseñaron, llevé a Armando a mi casa, lo embriagué hasta
dejarlo inconsciente y entonces lo ahogué en la pila de mi jardín. Saben, lo
malo de empezar a sentir emociones de nuevo, emociones como el amor, es que otras
emociones como la culpa y la lástima empiezan a regresar como fantasmas para
susurrarte al oído.
Lo primero que Irma hizo fue
abrazarme y decirme lo preocupada que había estado, sus ojos, cada uno de color
distinto, me miraban de arriba abajo.
“¿Armando?” me dijo con cierta
confusión. “¿E-Estás bien?”
“Me
siento vivo” le respondí y la besé
con labios que ya no eran fríos y rasposos.
Entre más pasaban los días más
inestable se ponía Irma, en las noches se despertaba gritando y diciendo que Yo, Armando la estaba llamando de debajo
de la tierra. Yo, Armando, la
abrazaba y la besaba y cuando finalmente se volvía a quedar dormida me
aseguraba que la cara aún siguiera bien pegada a la mía. A veces no podía
soportar la picazón de tener la piel y carne de alguien más. El olor también
era insoportable a veces. Pero Irma lo valía.
“No
puedo continuar así” me dijo Irma una
noche cuando le rogué que me besara, “No
puedo, hay algo... ¡muy mal contigo! O tal vez es conmigo, ¡No lo sé!” se
cubría la cara con sus manos mientras sollozaba como alma en pena, su cabello
se había vuelto tan descolorido como si en lugar de shampoo hubiera usado
cloro.
“Ya no puedo dormir bien, siempre tengo ese
sueño en el que tú me estás llamando
de debajo de la tierra, puedo ver el bulto en el suelo rodeado de hierba y
basura, ahí, debajo estás tú y me
estás llamando; ‘Irmaaaaa, Irmaaaa, Irmaa-aa-aa’ Y ahora ¡ese maldito tufo que parece impregnar mi ropa!, todo lo que
huelo, incluso mis perfumes, huelen a-a-a ¡a algo muerto que lleva días bajo el
sol!”
Intenté
calmarla, decirle que todo iba a estar bien pero ella estaba muy alterada, se
retorcía violentamente entre mis brazos y cuando me acercaba a ella su rostro
se contraía en una expresión de inmensa repulsión.
“¡Tú no eres ARMANDO!” gritó y ahí me
dio una bofetada.
La empujé con furia y ella cayó
tendida del otro lado de la cama yo me fui de espaldas tumbando la lámpara y
quebrándola.
La
única luz que entraba en nuestra habitación era la de los postes de luz.
“¡Qué has hecho!”
Irma me miró y sus ojos se comieron
el resto de su cara, su boca se estiró en un grito mudo y su piel perdió todo
color como si su alma hubiera sido arrancada de un tirón. Di un paso y
entonces, de la garganta de Irma salió un “Agh”
y su cabeza se ladeó cayendo sobre su hombro. Su rostro había perdido toda
forma humana, destruido por las manos abusivas de la locura y el horror.
Muerta.
Di otro paso, quería lanzarme a su
lado para llorar pero antes de hacerlo noté lo que estaba sobre el edredón de
la cama.
El
pálido y putrefacto rostro de Armando se había despegado de mi cara como una
máscara barata.
Irma
murió viéndome. Mirando directamente a lo que yo era.
(¿Qué fue lo que vio realmente?)
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